¿Cómo describir el amanecer que quiero en mis días?
Su melena, a veces salvaje, a veces serena,
muchas veces o casi siempre,
el refugio donde perderme y el Edén donde encontrarme.
Esa risa, medio pícara, medio ingenua,
que inunda los rincones del alma,
cuando mi pulgar se pasea por su espalda.
Sus caricias mansas, tímidas en el rozar
y efímeras como las flores del azafrán.
Esa boca, ay esa boca, donde desembocan las sonrisas,
la belleza inmaterial de sus palabras
y esos besos que vuelan libres,
para posarse sosegados,
en los charcos preñados de versos.
Su mirada, mezcla de cautela, afecto y alegría,
que algunas o muchas veces,
enmascara las tormentas.
Ese pecho aprisionado,
que guarda historias disfrazadas,
batallas libradas y tantas guerras olvidadas.
Ese corazón, por el que me perdería mil años
y mil más caminaría, esquivando la salida.
Esas caderas, donde se desbocan primaveras
y donde bajan a beber,
los rebaños de estrellas.
Ella misma, por la que el papel suspira,
derramando a bocajarro,
estas cascadas de tinta.
Toda ella, toda suya,
que ya no sé si es canción, o es poesía.
Texto y foto: @poemasencerrados
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