embarrado hasta la sien
y con el corazón
herido.
Me desperté como el que huele a vida,
a viento recién mecido,
a lluvia
sobre la acera.
Me desperté cansado de morir día tras día,
de ver descarrilar
ríos de tinta
entre mis manos desvestidas de sonrisas,
cansado de los gritos
sordos
y de las palabras vacías.
Me desperté si
y en el zaguán desnudo,
tan solo
aroma a rocío
y versos recién paridos,
que saliendo a borbotones de entre las
veredas,
se tornaban primaveras,
tintando los zarzales
con el color ausente de
los amaneceres.
Me desperté mil veces,
encarando los infiernos,
recordando esas
noches perdidas,
que dando patadas a la luna
forjaba los inviernos
para
colgarlos de mi pecho,
mientras la ventisca danzaba
sosegando las ascuas del
tiempo.
Me desperté y esperé el aguacero,
que cosido a las nubes,
venía pintando
los charcos
donde las incautas flores,
sembraban ignorantes
la llegada del
otoño.
Y al final me desperté.
Y al final me encontré.
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